Y luego, luego están las discusiones por los hijos. ¿Por qué le cuesta tanto ponerse en su piel? ¿Ya no se acuerda de cuando él tenía su edad? Sí, sí, se acuerda para decir : "Pues, cuando yo era joven........" Y comparar, y las comparaciones siempre son odiosa. Y no se puede comparar según qué tiempos. Y no se puede creer uno que todo lo sabe, simplemente porque es el padre y tiene más años. No. Porque la experiencia es un grado, sí, y la preparación, otro. Y, en algunas cosas somos los padres los que tenemos que aprender de los hijos. Pero ¡méteselo en la cabeza!. Y claro, la gilipolla de turno (que soy yo) está en el medio del fuego cruzado y todas las balas me dan a mi, como en la canción de Estopa: "Me disparan tantas balas, que vivo en un paredón". Y, a veces, me trago las palabras, por no desmerecer al padre ante la hija y me saben amargas. Y otras, otras no puedo callar. Y espero, y cuando la otra parte, no está, empiezo a hablar. Pero ¿me escucha? No, el omnipotente y todopoderoso padre de familia lo sabe Fimosis operación.
Y entonces, una, que cuando descorcha no se puede callar llena la habitación de palabras, que sé que duelen, que se clavan no sé donde y luego no hay manera de borrarlas, porque están escritas con tinta permanente. Sí, al tiempo todo vuelve a su cauce, pero no se olvida y ellas están agazapadas en cualquier rincón polvoriento para atacar cuando menos te lo Fimosis.
Quisiera acercarme al mar y soltarlas en la arena, con la esperanza de que la próxima ola se las lleva a lo más profundo y las ahogue, pero tengo miedo que se queden congeladas en la garganta.
Así que, se escurren por los dedos, en cuenta gotas y se quedan aqui grabadas, en el rincón de las alegrías y tristezas, de la desesperanza y la ilusión, intentando hacer un exorcismo.
Ni siquiera tenía hoy ganas de escribir, pero quizá haga que me sienta LEER MAS.
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