miércoles, 13 de mayo de 2015

Tubo de cobre

Así empezó y así acabó. Salí de mi casa rumbo a casa de Sharon para felicitarla por su cumpleaños, y pasar un agradable rato con ella y todos los invitados. Pero en mi casa llovía mucho así que se me hizo un poco tarde, porque no quería manejar con lluvia, creo que estaba nervioso, pero no sabía por qué. Cuando iba en camino, aunque tarde, no iba con prisa, no iba nadie delante de mí en mi carril, pero en el otro, un poco más adelante iba una camioneta pick-up.

Lo que ese conductor no vio y yo tampoco, fue un gran charco delante de él por lo que se cambió rápidamente de carril, sin verme, obligándome a frenar bruscamente. Digamos que ahí empezó todo. El coche comenzó a irse de lado por el agua, así que de inmediato bajé a segunda al tiempo que aceleraba y giraba el volante en dirección contraria con la idea de componer el camino y que sólo fuera un susto. Si no hubiera hecho este movimiento, me hubiera ido directo a un pequeño barranco, así que opciones no había muchas. Pero de nuevo el agua me hizo una mala pasada y el auto giró de más y perdí por completo el control, y me fui a estrellar directo contra un árbol. De frente. Del impacto sólo recuerdo agarrar con fuerza el volante y luego de eso, un fuerte ruido. Apagué el coche, el estéreo y prendí las luces intermitentes, porque a pesar de todo, la educación vial no se pierde. Me bajé del coche muy adolorido esperando que alguien me ayudara, y así pasó. El primero de ellos fue Santiago, un tipo que iba pasando y pudo ver todo como sucedió, estudiante del Tec, paró su auto, me metió al mío y me sentó y me dio su móvil para que pudiera llamar. Lo primero que hice fue llamar a casa, mi papá recién llegado estaba ahí y sin duda estaba cerca, a menos de 5 minutos. Me dolía todo y de pronto escuché otra voz: ¿Sabes que día es hoy?

¿Cómo te llamas? ¿Qué te duele? No era el de la ambulancia, era un señor que pasó, vio el coche y se bajó. Al escuchar s nombre sentí una especie de paz impresionante: Uri Fridman. No hay muchas personas aquí con ese apellido, así que tenía que ser familiar de mi amigo Luis Fridman. Y lo era, resultó ser su tio, y además vivir en el mismo fraccionamiento que yo, casi vecinos sin saberlo. El trabajó 20 años en la Cruz Roja, así que conocía todo el protocolo y lo primero que hizo, después de ponerse su chaleco fluorecente fue abrigarme, y se dedicó, sin que yo me diera cuenta, a trqnqulizarme con chistes, anécdotas y algunas historias familiares. Todo esto mientras me revisaba y llamaba al seguro y la ambulancia. Cuando llegó mi padre ya había tres personas conmigo y bueno, conseguir un ambulancia no fue tan fácil. Ni el seguro del coche, ni el de gastos médicos, ni el del móvil fueron rápidos. Sí lo fue en cambio, la ambulancia del ayuntamiento de Zapopan, que pidió alguien que pasó por ahí. Tengo que mencionar también que mucha gente se paró para ver si necesitaba ayuda, pero afortunadamente ya venía una ambulancia en camino, y mi padre y las personas que se pararon, lo estaban haciendo bien.

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