miércoles, 19 de febrero de 2014

La Puerta

En cuanto deje de llover, entraré y lo mataré.

Una puerta chirría y se cierra de golpe.

No hay rabia en mí, tal vez ni siquiera indiferencia. Es mi trabajo. Para eso me pagan, y lo hacen bien.

La puerta chirría y golpea de nuevo.

No sé su nombre ni su aspecto físico. Sólo sé que está ahí dentro, esperándome.

Después del aviso hice mis propias averiguaciones. No pudieron ocultar que otros como yo lo intentaron antes, pero no lo consiguieron. Por eso estoy yo aquí. ¿Soy el último, o quizás el siguiente?

En cuanto deje de llover, entraré y lo mataré.

Chirrido. Golpe.

Colgado del retrovisor se mece un rosario. El sol le ha hecho perder su color, pero me gusta. Lo conservo ahí más por superstición que por fe. No creo que llegado el momento me libre de una bala que lleve grabado mi nombre.

La espera se estira y acomoda como una parte de mi. Ya no miro el reloj: el ritmo de los truenos marca el tiempo.

¿Quién será? ¿Tendrá familia? ¿Alguien llorará por él cuando muera? ¿Morirá?

En cuanto deje de llover, entraré y lo mataré.
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