miércoles, 19 de febrero de 2014

Lo sabía

Lo sabía. Estos idiotas han vuelto ha rechazar mi novela. “Lamentamos comunicarle que su texto no encaja con nuestra actual línea editorial…” ¡Imbéciles! Con lo que no encaja mi texto es con sus mentes obtusas. Al final la culpa la tengo yo por dejar que una parte de mí sea juzgada, analizada sin pudor. Me he desnudado ante ellos y me azotan. Pero se acabó. Ya no volveré a cometer el mismo error. Dejaré mis relatos en su sitio: en el último cajón de mi escritorio. Allí no podrán contaminarse con sus miradas ni impregnarse de sus comentarios teñidos de falsa erudición. Pero, ¿por qué he sido tan necio? ¿Qué pretendía conseguir al presentarles mis trabajos? ¿Por qué ansío tanto publicar? ¿Porque es la única forma de llegar al “gran público”? ¡Mentira! ¿Cuándo me ha importado a mí lo que opinen los demás? El mundo siempre se ha dividido entre los otros y yo ¿Acaso no busco solamente lo que todo el mundo? ¿Es que estoy exento del deseo de ser reconocido? Es por eso, esa es la única razón: Quiero publicar por vanidad. Es cierto. Deseo ver mi rostro impreso en la solapa de un libro, ver mis ideas y mis frases (reediciones de un puzzle lingüístico mil veces armado y desmontado) repetidas en voz baja al oído de miles de lectores, deseo que mi memoria sobreviva a la realidad de mi cuerpo y trascienda más allá del tiempo y el espacio… En fin, creo que deseo lo que todos buscamos, el anhelo máximo, tal vez el único honesto: Quiero ser inmortal.

Parece mentira, pero hasta formular esta ambición resulta ridículo por desmedida, por ilusa, pero ¿quién no la codicia? Sin embargo sé que, aunque tuviera éxito y lograra el que ha sido hasta ahora mi objetivo, tampoco la conseguiría del todo. El mismísimo Quijote tiene cerca de quinientos años desde su publicación, y ¿qué es eso comparado con la Eternidad? ¿Alguien lo recordará dentro de mil años? Tal vez sí. ¿Y dentro de cinco mil o de un millón? Y, sin embargo, cualquiera de esas cifras se acerca tanto al infinito como lo hace el uno.
Querer ser eterno es tan idiota como empeñarse en que unos imbéciles se fijen en tus textos. Tenemos la pretensión de la búsqueda constante de nuevas formas de arte, de nuevas maneras de decirnos lo mismo, y para ello usamos las herramientas que conocemos: trazos que sólo descubren su significado si se conoce el código, sonidos que para ser entendidos sólo pueden emitirse en una estrecha frecuencia y en lugares con la cantidad de aire adecuado, imágenes inservibles en mundos donde la fuente de luz predominante no generara ondas “visibles”… En La Luna no hay música. ¿Es esa nuestra universalidad?

Queremos ser universales sin dejar de ser el centro del universo ¿Aún no hemos aprendido la lección? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿A dónde vamos? ¿De dónde venimos? ¡Gilipolleces! Si no me equivoco “El código secreto de la Biblia” dice que el mundo se acabará (otra vez) en el dos mil seis. Yo creo que el mundo se acaba todos los días: cada vez que alguien muere, se acaba su mundo. ¿Y qué queda después? Nada. Podredumbre que deja paso a polvo y cenizas que retornan a la tierra, para dar luego lugar a nuevas formas de vida de las que, tal vez, alguien se alimentará para también morir. Mientras, nos anestesian con falsas creencias, con futuros idílicos que sólo alcanzaremos si cumplimos ciertas condiciones muy prácticas y prosaicas mientras vivimos. Y como nadie vuelve para desmentirlo, pues seguimos en ello. ¿Cuál es el sentido de la vida? Ninguno. Giramos a lomos de un planeta olvidado, junto a una estrella mediocre, en una galaxia con cientos de miles de millones de otras estrellas, tan interesante y original como otras cientos de miles de millones de galaxias como ella, en uno o más universos indiferentes. ¿Y precisamente, ante toda esa inmensidad, nuestras creencias, valores, juicios y ambiciones van a ser los correctos? Mucho me temo que no.

Sólo una cosa puede hacerme seguir adelante: ¿Qué ocurrirá mañana? La ignorancia ante un mundo que se desvela poco a poco. La curiosidad por descubrir qué se esconde tras cada esquina. La rabia que me da que ocurran cosas y no ser testigo de ellas. El deseo de saber lo que no sé, aunque sea consciente de lo absurdo de su búsqueda. Me taparé la cara, los oídos y la boca. Volveré a ser niño. Miraré con rostro limpio a mis mayores y me asombraré con sus historias. Inventaré otras y me reuniré con ellos en torno a una hoguera para hacer pinturas en la roca disfrazado de bisonte. Desempolvaré mis textos y los presentaré de nuevo, para volver a replantearme mi existencia ante una nueva negativa.
http://facebookiniciogratis.tumblr.com/post/62880193041/facebook-inicio-facebook-gratis-facebook-espanol

No hay comentarios:

Publicar un comentario