miércoles, 19 de febrero de 2014

Qué Difícil

Qué difícil es sentir cuando te puede la rutina. Qué difícil es reconocer el valor de algo precioso si no se ha perdido, aunque sólo sea un poco. Como yo a ti cada mañana.
Siento que te pierdo en el hueco frío de la cama, en el vaso de naranja a medio terminar, en la tostada mordida deprisa y sin gana junto al microondas, en el olor a gasolina, en la tertulia de la radio camino al trabajo. Te pierdo en el día, entre zumbido de voces y miradas ajenas, que me embotan, que me alejan. Hasta que vuelvo y te veo. Y me vacías de ellos y me llenas de guirnaldas, de burbujas, de ambrosía... de ti.
Qué difícil es sentir cuando te puede la rutina. Qué difícil es a veces decir, te amo.

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La primera vez que le vi daba saltitos descompasados en el andén de una estación. Abordaba a los transeúntes armado con su nariz postiza y, por un instante, se atrevía a romper la compostura (tan costosa de mantener y, a un tiempo, tan frágil) de todos los que pasaban a su lado. Lo hacía acercando su cara sonriente a la de ellos, siempre más allá del espacio confortable; tarareando canciones imposibles o recitando poemas sin sentido. Todos (yo mismo) nos sorprendíamos un instante de su actitud, lo mirábamos con una mezcla de incomodidad y falso agrado, para luego entrar en el vagón y volver a nuestro viaje a cualquier sitio. Algunos comentaban en voz baja sus impresiones ante el espectáculo, pero inevitablemente se hacia el silencio entre nosotros cuando ya nadie quedaba en el andén y sin embargo el payaso seguía cantando al aire, riendo y dando esos saltitos descompasados.

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